CUENTO DEL CONDOR
VulturÃn, era un Cóndor que habitaba en las cumbres
cuyanas hace ya casi cuatro décadas. Su nido, donde se alojaba con su familia
estaba resguardado en un alto peñón de los posibles predadores. Ese lugar era
completamente inaccesible por tierra y presentaba mucha seguridad a su
compañera y su único polluelo.
Por ser un ave
carroñera por excelencia, se limitaba a recorrer con sus constantes vuelos el
amplio territorio que habitaba. Vultur, se encargaba con su compañera de la
alimentación de su hijo. La zona era recorrida asiduamente por el Puma. Éste,
por su estrategia de caza, y por su costumbre de no enterrar la comida
sobrante, les era una fuente constante proveedora de alimentos. Como a muchas
especies de la flora y la fauna, a Vultur le ocurrÃa lo mismo, su único mortal
predador, era el hombre.
En un vuelo de los
tantos que realizaba diariamente sobre su territorio, recibió un disparo en un
ala que le disparó un cazador furtivo. Herido cayó a tierra, pero su caÃda fue
amortiguada por unos arbustos. Los mismos que le sirvieron de escondite para
que el cazador no lo encontrara.
Después de varias
horas de estar escondido se animó a salir, y descubrió lamentablemente, que su
ala estaba quebrada y no podÃa volar. Con mucho esfuerzo caminó entre las
rocas. El cansancio lo venció junto con la desesperación de no volver a ver a
su familia.
Llegó la noche y
las sombras invadieron las montañas. Recién al otro dÃa, cuando el sol estaba
muy alto despertó del largo sueño en que se habÃa sumergido. Estaba débil. Sus
movimientos eran cada vez más torpes. TenÃa muy pocas probabilidades de
sobrevivir si seguÃa en ese lugar y sin poder alimentarse. Pero el destino
quiso otra cosa. Cerca de allà pasó un pastorcillo con su rebaño de cabras. Lo
descubrió y fue a su encuentro. Vultur no podÃa moverse. José, como se llamaba
ese pastorcillo se acercó y pudo comprobar el mal estado en que se encontraba
el Cóndor.
Con mucho esmero curó la
herida y entablilló el ala para que sanara. Lo alimento dándole casi a la
fuerza, trocitos de carne en la boca. Pasaron los dÃas, el rey del aire se fue
restableciendo. Su herida se fue sanando. Cuando se encontró recuperado, comenzó
a batir sus alas y pudo levantar vuelo. Sobrevoló a José y con un graznido le
agradeció haberle salvado la vida. Voló hacia su nido.
Nunca olvidará que a los
pocos dÃas, estando pastoreando a sus cabras como lo hizo desde niño, tres
cóndores aparecieron en el cielo. Era Vultur, venÃa a agradecerle lo que habÃa
hecho por él y a presentarle a su familia. Durante muchos años lo visitaron.
Hoy lo hacen sus descendientes. No pasa una semana en que no me visiten. Yo...
perdón... José... está muy feliz por eso.
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