martes, 4 de septiembre de 2012

CUENTO DEL CONDOR


CUENTO DEL CONDOR
 Vulturín, era un Cóndor que habitaba en las cumbres cuyanas hace ya casi cuatro décadas. Su nido, donde se alojaba con su familia estaba resguardado en un alto peñón de los posibles predadores. Ese lugar era completamente inaccesible por tierra y presentaba mucha seguridad a su compañera y su único polluelo.
 Por ser un ave carroñera por excelencia, se limitaba a recorrer con sus constantes vuelos el amplio territorio que habitaba. Vultur, se encargaba con su compañera de la alimentación de su hijo. La zona era recorrida asiduamente por el Puma. Éste, por su estrategia de caza, y por su costumbre de no enterrar la comida sobrante, les era una fuente constante proveedora de alimentos. Como a muchas especies de la flora y la fauna, a Vultur le ocurría lo mismo, su único mortal predador, era el hombre.
 En un vuelo de los tantos que realizaba diariamente sobre su territorio, recibió un disparo en un ala que le disparó un cazador furtivo. Herido cayó a tierra, pero su caída fue amortiguada por unos arbustos. Los mismos que le sirvieron de escondite para que el cazador no lo encontrara.
 Después de varias horas de estar escondido se animó a salir, y descubrió lamentablemente, que su ala estaba quebrada y no podía volar. Con mucho esfuerzo caminó entre las rocas. El cansancio lo venció junto con la desesperación de no volver a ver a su familia.
 Llegó la noche y las sombras invadieron las montañas. Recién al otro día, cuando el sol estaba muy alto despertó del largo sueño en que se había sumergido. Estaba débil. Sus movimientos eran cada vez más torpes. Tenía muy pocas probabilidades de sobrevivir si seguía en ese lugar y sin poder alimentarse. Pero el destino quiso otra cosa. Cerca de allí pasó un pastorcillo con su rebaño de cabras. Lo descubrió y fue a su encuentro. Vultur no podía moverse. José, como se llamaba ese pastorcillo se acercó y pudo comprobar el mal estado en que se encontraba el Cóndor.
Con mucho esmero curó la herida y entablilló el ala para que sanara. Lo alimento dándole casi a la fuerza, trocitos de carne en la boca. Pasaron los días, el rey del aire se fue restableciendo. Su herida se fue sanando. Cuando se encontró recuperado, comenzó a batir sus alas y pudo levantar vuelo. Sobrevoló a José y con un graznido le agradeció haberle salvado la vida. Voló hacia su nido.
Nunca olvidará que a los pocos días, estando pastoreando a sus cabras como lo hizo desde niño, tres cóndores aparecieron en el cielo. Era Vultur, venía a agradecerle lo que había hecho por él y a presentarle a su familia. Durante muchos años lo visitaron. Hoy lo hacen sus descendientes. No pasa una semana en que no me visiten. Yo... perdón... José... está muy feliz por eso.

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